viernes, 25 de diciembre de 2009

El secreto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estuve mucho tiempo tratando de encontrar la clave de la reconciliación con mi espíritu creador, esa deidad esquiva cuya conducta me parecía antojadiza, hasta que finalmente comprendí su pretensión de hacerme trazar mi propio camino. Desde un principio procuró que entendiera que no sería mi guía en un sentido convencional, sino que me vería remontar las corrientes más bravas y aventurarme en zonas escarpadas, en montes cerrados y en pantanos, sin darme una sola recomendación ni advertirme de ningún peligro.
Solo una cosa haría ese espíritu por mí que yo, entretenida y ocupada en el viaje como estaba, nunca podría haber hecho: escondería tesoros, me hablaría de su existencia y su esplendor, sembrando una genuina curiosidad en el campo fértil de mi imaginación.
Seguí recorriendo, unas veces entusiasta, otras, convencida que el límite de mis fuerzas estaba en el recodo de cualquier camino serpentino flanqueado de plantas de espinas violentas y encuentros letales.
El rumor del viento no siempre acompañaba mis ansias de superación. Entre el follaje, a veces ululaba premoniciones de catástrofes, como ahogamiento y caídas, desorientación y espejismos laberínticos, siendo estos últimos horrenda pérdida ociosa de energía preciosa que tuve el don de soportar en toda su magnitud, ya que no era solo una cuestión de tiempo, sino de su discurrir al servicio de una extinción sin sentido.
Gracias a ese don recobré el norte una milésima de segundo antes de caer al vacío. En cambio también supe que todo eso me podría volver a suceder una milésima de segundo después de no haber caído al vacío, entonces el miedo cobró protagonismo en mi periplo.
Un viento gélido se colaba por entre las grietas de la caverna en la que había encontrado refugio, mientras el fuego débil -que me había mantenido caliente a duras penas- se debatía entre la vida y la muerte, hasta quedar reducido al fantasma de una sagrada unión entre calor y luz que nunca había existido más que en el mecánico tiritar de mis deseos.
Hoy rayos de sol penetran desde toda abertura, pero el frío quedó atrapado como carcelero de mi voluntad. Sin embargo, desde las entrañas me sentí constreñida a la acción y salí a buscar alimento. Comprendí que existe un arte primordial e instintivo del cual desciende toda otra manifestación artística: el arte de vivir.
Tomé una rama quemada y en la roca representé mi primer acto de fe.

Faralla Islas